Sientes que tienes que comerte ese chocolate o te va a dar algo, vas a la despensa y lo buscas desesperadamente. Piensas “Con la mañanita que llevo y la contestación tan desagradable que me acaban de dar necesito premiarme con ese gustito que me produce mi chocolate favorito”.
¿Has sentido estrés, preocupación o ansiedad? ¿Cuántas veces te has refugiado en la comida para calmar esos sentimientos? Puede que en más de una ocasión hayas utilizado la comida para tratar de satisfacer otras necesidades. Como válvula de escape y como método de confort para aliviar la angustia que te haya generado alguna situación desagradable en la vida.
Ese es el hambre emocional el que aparece repentinamente, el que surge como un impulso por algo concreto que no es saludable, el que después de comer eso te sientes calmada por sólo un momento bastante corto, pero de nuevo al cabo de un rato te vuelves a sentirte mal y ese malestar por el mal día que llevas no desaparece.
El hambre emocional se caracteriza porque la persona siente una gran necesidad de comer, una necesidad que aparece de forma impulsiva e incontrolada. Aunque realmente no tenga hambre, siente que necesita comer para poder satisfacer ese “algo” que le está perturbando. Y ese “algo” no es nada más que un conflicto emocional que no está resolviendo de forma adecuada.
Acabar con el hambre emocional no es tarea fácil, pero conocer cuáles son las emociones y rutinas que nos impulsan a comer cuando nuestro organismo no necesita ni está pidiendo ningún alimento es el primer paso para empezar a ponerle freno.
A veces identificamos como señales de hambre emociones como el aburrimiento, la ansiedad, el estrés o las preocupaciones.
En ocasiones, algunas de estas e incluso la euforia pueden llevarnos a confusión y decodificarlas como señales de hambre, haciendo que recurramos a ingerir algún alimento.
Sin duda, si queremos ser capaces de clarificar esta cuestión, contar con claves de identificación nos ayudará a diferenciar adecuadamente cuándo nuestro cuerpo nos está pidiendo algún tipo de alimento o cuándo se trata de un impulso y por tanto podemos vencerlo con estímulos diferentes a la comida.
CLAVES PARA DETECTAR EL HAMBRE EMOCIONAL
Veamos cuáles serían estas claves a tener en cuenta:
1. Analizar nuestros hábitos de alimentación
Actividades rutinarias, horarios y estabilidad en el día a día nos ayudan a encontrar patrones de comportamiento y también de sentimientos. Estar atentas/os a esto nos permite identificar antecedentes que nos llevan a sentir esa necesidad de comer. Por ejemplo, al llegar a casa del trabajo, después de una discusión, en momentos más sedentarios, etc.
Analizar la situación por la que estamos pasando es importante para encontrar puntos en común y puede ser la clave para saber qué elementos podemos cambiar y simplemente estar preparados.
2. Pensar cómo es nuestro comportamiento ante la comida
Identificar elementos en la conducta de comer también puede ser clave para diferenciar los tipos de hambre, es decir, el tipo de comida que ingerimos, los alimentos que nos apetecen más, el tiempo que dedicamos a ingerirlo cuando estamos bajo las circunstancias anteriormente nombradas, el grado de elaboración de los alimentos, la premura o calma con la que lo hacemos, o el modo en que comemos (si es de forma impulsiva, de pie y sin criterio o por el contrario sentados/as, en una mesa previamente preparada).
3. Evaluar las emociones que sentimos al comer
Las sensaciones que se despiertan después del acto de comer también son un buen indicador que nos ayuda a diferenciar los tipos de hambre. Si sentimos satisfacción, calma, saciedad, o por el contrario culpa, vergüenza, pesadez o agobio.
En general, es importante tener en cuenta que el hambre física viene tras un periodo de ayuno. El cuerpo lleva tiempo sin comer y por tanto lo necesita. Si tienes ganas de comer o sensación de hambre, y acabas de terminar la comida (no siendo en una cantidad escasa), puedes interpretarlo como una señal de alerta: muy probablemente sea hambre emocional.
Si el deseo de comer es con respecto a un alimento específico como un dulce, algún ultraprocesado o algo muy concreto, probablemente también estemos ante alguna emoción diferente al hambre real, porque siendo real, podría ser saciada con cualquier tipo de alimento como fruta, verdura, proteína, etc.
Y por último, la sensación de urgencia también es indicador de hambre emocional. Cuando estamos ante hambre física somos capaces de esperar y aplazar el momento de comer.
QUÉ HACER SI IDENTIFICAMOS QUE NUESTRO HAMBRE ES EMOCIONAL
Una vez identificada el hambre emocional, intenta llevar a cabo estrategias para no caer en el uso de la comida como tapadera de alguna necesidad emocional. Estas son las pautas que mejor te pueden ayudar:
- REALIZAR ALGUNA ACTIVIDAD FÍSICA, RELAJACIÓN, MEDITACIÓN, nos ayudarán a mantener una calma y tranquilidad de base, habiendo menor probabilidad de cometer atracones.
- REGULAR LOS TIEMPOS, LIMITARSE EN HORAS DE TRABAJO PARA NO ESTAR EXPUESTOS/AS A DEMASIADO ESTRÉS, APRENDER A RELATIVIZAR y diferenciar lo urgente de lo importante.
- PREPARAR MENÚS SEMANALES, para no recurrir de manera espontánea a abrir la nevera o los muebles de la cocina y coger lo primero que encontremos.
- TRABAJAR TU AUTOESTIMA PARA GANAR SEGURIDAD Y CONOCER TUS PUNTOS DÉBILES Y FUERTES a la hora de enfrentarte a cualquier situación y saber cómo cambiar elementos de nuestro cuerpo que no nos gustan desde un punto de vida saludable.
- EVITAR DIETAS RESTRICTIVAS, AYUNOS DESCONTROLADOS Y PROHIBICIONES ALIMENTARIAS en general.
- ACUDIR A UN ESPECIALISTA: NUTRICIONISTAS, PSICÓLOGOS/AS Y OTROS PROFESIONALES pueden ayudarte a conseguir todos estos objetivos.
Como experta en nutrición puedo ayudarte a identificar tus tipos de hambre y proponerte alternativas que te permitan alimentarte de forma equilibrada con hábitos nutricionales saludables. Adquirirás tu peso natural de forma sana y equilibrada con todos los nutrientes que necesitas.
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