ALIMENTOS FUNCIONALES ¿SON REALMENTE NECESARIOS?

Recordemos que los alimentos funcionales son aquellos que proporcionan un valor añadido para la mejora de nuestra salud además de su propio valor nutritivo.

La alimentación es un mercado creciente en el que se conjugan tres elementos: los avances científicos y técnicos en nutrición, su incorporación por parte de la Industria Alimentaria a una amplia gama de productos de consumo y, finalmente, una población cada vez más preocupada por la salud. Nadie pone en duda que una alimentación desequilibrada supone un factor de riesgo para la aparición de ciertas enfermedades y que, por el contrario, una alimentación adecuada puede aportar un efecto protector para la salud. Sin embargo, no existe tanto consenso, cuando se plantea si una combinación específica en cantidad y calidad de los alimentos que ingerimos es suficiente para alcanzar los beneficios extra que en un principio cabría otorgar a los alimentos funcionales.

El ritmo de vida actual, la gran oferta de alimentos, la falta de tiempo para cocinar o las pocas ganas de hacerlo, unido al desconocimiento, hacen que se tomen decisiones erróneas en cuanto a la nutrición y la selección del tipo de alimentos que vamos a consumir.

Esto se traduce en un consumo excesivo de productos de origen animal y, una escasa ingesta de productos vegetales. Se han instaurado hábitos erróneos que son factor de riesgo en algunos de los principales problemas de salud que definen el actual panorama epidemiológico, tal como ocurre con las enfermedades cardiovasculares o con el cáncer (dos de las principales causas de muerte en las sociedades desarrolladas como la nuestra). Y es indudable que un cambio hábitos alimentarios rebajando el consumo de grasas saturadas y de colesterol y aumentando el de fibra y antioxidantes (o reducir el consumo de productos de origen animal y aumentar el de frutas y verduras).

Por el contrario, lo que sí que está en duda es si se pueden alcanzar los mismos objetivos utilizando los alimentos modificados funcionales, para hacerlos, por ejemplo, más cardiosaludables.

El primer aspecto importante que comentaremos sobre los alimentos funcionales es el que tiene que ver con los riesgos que pueden plantear estos productos desde el punto de vista de la seguridad alimentaria. Sobre esto cabe decir que, estos alimentos han sido sometidos a estudios exhaustivos y uno de los requisitos para su comercialización es la demostración de que no provocan efectos tóxicos en el consumidor, a las dosis aconsejadas de consumo.

Por otro lado, en lo referente a las dosis aconsejadas o aceptables que sean de utilidad, se pueden tener en cuenta los antecedentes con otros productos. Al igual que ha sucedido con ciertos aditivos alimentarios a los que estuvimos asignando una ingesta diaria admisible, y con posterioridad se han analizado sus efectos nocivos para la salud, se impone aplicar siempre el principio de precaución, y evitar políticas de actuación que suponen asumir que quizás lo que hoy se aprueba dentro de unos años no se podrá sustentar.

Los potenciales riesgos de los alimentos funcionales existen, no sólo cuando se utilizan en cantidades superiores a las recomendadas, sino también cuando su consumo pudiera interferir en un tratamiento farmacológico, o cuando no se tienen en cuenta recomendaciones paralelas de consumo. En definitiva, se trata de un tema complejo, porque el buen o mal uso de estos productos depende en última instancia del consumidor final, y aquí surge una cuestión clave en todo el proceso de incorporación y difusión de los alimentos funcionales.

¿Hasta qué punto podemos pretender que el consumidor sea un experto en nutrición, capaz de interpretar correctamente la información que se aporta en el etiquetado o en la publicidad?

La posible percepción equivocada por parte de los consumidores sobre el verdadero efecto del alimento funcional puede suponer realmente un riesgo. Por ejemplo, un consumidor con un problema de salud concreto podría creer que consumiendo todos los alimentos funcionales elaborados ofrecidos por el mercado bajo el eslogan de que le ayudarán a mejorar, podría abandonar o descuidar su tratamiento de primera línea (queremos decir tratamiento farmacológico o su cuidado y tratamiento en la dieta) e incluso permitirse unas licencias que agravarían su estado de salud.

Además, la actual preocupación por la salud, puede complicar el consumo de alimentos funcionales, en la medida en que hace a las personas más vulnerables frente a mensajes sesgados en los que se exalten o exageren determinadas propiedades de un alimento o de un ingrediente, separándolos del contexto global de la dieta y del estilo de vida. Los consumidores son realmente sensibles a las alegaciones saludables de los alimentos y esto implica que todos los sectores intenten buscar en sus productos algo que pueda resultar particularmente saludable, porque ¿qué alimento va a conformarse sólo con sus propiedades saludables per se?

Lo ideal es desarrollar una adecuada la estrategia de promocionar hábitos alimentarios correctos, sin necesidad de modificar los alimentos convencionales para alcanzar los efectos saludables que se atribuyen a los alimentos funcionales y, por tanto, en este sentido no serían imprescindibles. Sin embargo, hay que reconocer que en casos particulares y concretos pueden resultar, si no estrictamente necesarios, sí convenientes o incluso recomendables, siempre y cuando haya garantías suficientes en cuanto a su seguridad, inocuidad y eficacia.

Los alimentos funcionales no son una panacea y no deberían ser un recurso fácil para compensar dietas inadecuadas o insuficientes, aunque pueda ser más cómodo consumir un alimento funcional que dedicar la debida atención al conjunto de la dieta. La primera regla para una correcta alimentación sigue siendo una dieta suficiente, variada y equilibrada, que si es así ya incluirá los componentes funcionales propios de la naturaleza de los alimentos ingeridos como indica Carmen Vidal Carou, catedrática de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona.

Los principales retos que plantean los alimentos funcionales son dos:

  • En primer lugar, obtener suficiente evidencia científica acerca de sus efectos y seguridad. A pesar del crecimiento en la demanda de este tipo de alimentos, la comunidad científica todavía está evaluando su idoneidad y beneficios para la salud humana; especialmente respecto del consumo a largo plazo.
  • En segundo lugar, conseguir, tal y como advierten las autoridades alimentarias y sanitarias de todo el mundo, que el consumo de estos alimentos sea, en cualquier caso, parte de una dieta equilibrada y en ningún caso un substituto de la misma.

MARCO LEGAL

Es necesario indicar que existe un marco legal que regula el etiquetado de los alimentos funcionales elaborados. La información del envase, embalaje y publicidad están sujetas a la normativa que recoge la legislación.

Existen varios reglamentos europeos que indican diferentes aspectos:

  • Reglamento 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y propiedades saludables de los alimentos.
  • Reglamento 1.169/2011 sobre la información alimentaria facilitada al consumidor (que modifica el artículo 7 del reglamento anterior que establece que esta información debe ser obligatoria desde 2016).
  • Reglamento 432/2012 que establece la lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables.
  • Reglamento 109/2008 que modifica el Reglamento 1924/2006 en lo referente a medidas transitorias para las declaraciones saludables.
  • Reglamento 1047/2012 que modifica la lista de declaraciones nutricionales del Reglamento 1924/2006
  • Reglamento 432/2012 lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los a alimentos distintas de las relativas a la reducción de riesgo de enfermedad y al desarrollo y la salud de los niños.

Como hemos visto la información referente a las propiedades del producto puede ser de tres tipos:

  • Declaración nutricional
  • Declaración de propiedades saludables
  • Declaración de reducción de riesgo de enfermedad.

La legislación prohíbe que se realicen declaraciones falsas, que hagan dudar de la seguridad de los alimentos, que alienten al consumo excesivo de un alimento, que hagan pensar que una dieta variada no es suficiente o que exploten el miedo del consumidor de cualquier forma textual o gráfica.

A este tipo de declaraciones la European Food Safety Authority (EFSA) impone una serie de requisitos para que se puedan publicar y se deben realizar una serie de pruebas científicas para su autorización y comercialización de dichos alimentos.

Además, se debe comunicar la información nutricional obligatoria: valor energético y cantidad de grasa, ácidos grasos saturados, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal. Esta información puede complementarse de forma voluntaria con las cantidades de ácidos grasos monoinsaturados (AGM), ácidos grasos polinsaturados (AGP), polialcoholes, almidón, fibra alimentaria, vitaminas y minerales.

CONCLUSIONES

Por lo tanto, como ya hemos ido viendo realmente los alimentos funcionales elaborados no son indispensables en sí mismos.

Estos productos pueden ofrecer beneficios a la salud si su consumo está acompañado de un estilo de vida saludable, es decir, si se convierten en un complemento a una alimentación equilibrada, la práctica del ejercicio y el abandono de hábitos perjudiciales.

En determinados casos y para determinadas patologías pueden ayudar a regular niveles deficitarios de vitaminas y minerales, o de colesterol alto, de aporte de omega 3 etc.

“Si una persona sana ya ingiere todos los nutrientes que necesita, no hace falta recurrir a esta nueva categoría de alimentos, aunque en determinadas circunstancias pueden sernos de suma utilidad”, asegura Joima Panisello, directora general de la Fundación para el Fomento de la Salud (Fufosa).

No se debe dudar de que una persona que deba bajar sus niveles de colesterol no lo va a conseguir solo por el hecho de comer un yogur o una margarina con esteroles. Como ya hemos mencionado, antes de consumir este tipo de alimentos de forma terapéutica deberíamos consultar al especialista para que nos aclare cómo complementar su ingesta con un estilo de vida saludable y obtener así resultados positivos.

Asimismo, se debe tener en muy cuenta que si consumimos muchos alimentos enriquecidos con nutrientes corremos el riesgo de que nuestro cuerpo tenga exceso de los mismos y su efecto positivo no se produzca. Existe una pauta determinada para obtener los resultados deseados que depende de cada caso concreto.

En conclusión, los alimentos funcionales:

  • Deben consumirse dentro del contexto de una alimentación sana y equilibrada. Ecomimarse recomendamos una alimentación basada en la dieta mediterránea.
  • No curan ni previenen enfermedades por sí mismos.
  • Nunca deben consumirse como sustitutos de una dieta equilibrada.

Todavía hay muchas preguntas hasta qué punto podemos absorber los nutrientes de los alimentos funcionales las interacciones entre los mismos. Existe una gama de interacciones de nutrientes y la simple adición de una vitamina o mineral u otro ingrediente nutricional a un alimento no significa que su cuerpo pueda absorberlo y metabolizarlo de la misma manera que quizás si fuera así.

¿Y TÚ QUÉ OPINAS SOBRE LOS ALIMENTOS FUNCIONALES?

Cuéntanos cómo los consumes y cuál es tu experiencia si los has incorporado a tu dieta.

Desde Ecomimarse reiteramos que todos los beneficios siempre deben ir acompañados de hábitos de vida saludables. Es conveniente realizar actividad física diaria y, si es posible ejercicio físico, para mantenerse en forma, activo, energético y feliz.

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